Autor del texto: digart3
Categoría: Ideologías
Fuente: Digart3
Lugar: España
Superado el siglo XX se persiste en la eliminación sistemática de toda manifestación cultural espontánea, a lo alto y ancho del planeta, con un fin económico: superar la diversidad.
En los últimos cien años, la otrora reivindicación legítima nacionalista ha derivado en el asesinato focalizado, el genocidio, la explotación y la exclusión arbitraria. El nacionalismo entra en el siglo XXI gravemente herido por dos motivos fundamentales y no exhaustivos:
1. La pérdida de legitimidad, por cuanto sus fundamentos dieciochescos son inoperantes en la realidad actual.
2. La malsana expresión de las peores manifestaciones humanas al amparo de su cita.
Las consecuencias nefastas son evidentes: globalización, pérdida de identidad, homogeneización cultural, individualismo egoísta, explotación económica, fanatismo y terrorismo.
Si existe un factor que convierte al nacionalismo en una pseudo utopía es el respeto o mejor dicho, la ausencia del mismo: respeto a la diversidad natural del planeta.
Una sencilla clasificación del nacionalismo en la actualidad se manifiesta en tres sentidos, no excluyentes y a menudo, compartidos:
1. Económico financiero que pretende la mera autogestión de los recursos de un territorio. Es la manifestación más común y con más aceptación.
2. Terrorista y mafioso con el fin de sustentar grupos de presión o perpetuar ideas inoperantes y desfasadas o como reacción a una injerencia externa.
3. Proselitismo imperialista al predicar la extensión de unos fundamentos culturales en territorios donde no le son comunes. A diferencia de la globalización, esta manifestación está localizada a la par que focalizada contra determinados grupos de presión, a diferencia de la globalización, que actúa sobre todo el planeta, sin discriminación.
En todos los supuestos nos encontramos con un nacionalismo corrupto, podrido e indeseable. En el primero de los casos porque está movido por intereses meramente políticos y/o económicos y obvia el fundamento de todo nacionalismo, el cultural. En el segundo, porque se manifiesta mediante el uso de la violencia sin un claro objetivo e igualmente, omite la exaltación cultural en favor de métodos ordinarios y contraproducentes. En fin, el proselitismo y el imperialismo son profundamente antinacionalistas, por el mismo motivo que la globalización.
En todos los casos, además, el respeto a la cultura propia o ajena está ausente en su misma esencia.
El nacionalismo republicano lo es cultural. Emite acciones con el único fin de promover la cultura en los miembros de la comunidad así como entre el resto de pueblos del mundo, a los efectos de afianzar la propia identidad.
¿De qué sirve un nacionalismo que solo predica la autogestión de un territorio que ha olvidado su cultura?. ¿O un nacionalismo que con sus acciones violentas solo recaba enemigos y prejuicios contra la cultura que supuestamente defiende?. Qué decir de aquel que basa su existencia en la destrucción o asimilación de las demás culturas.
En el mismo sentido, el multiculturalismo es una trasgresión del principio nacional republicano. La sociedad multicultural es inviable: la perpetuidad de una cultura en el seno de otra deriva en guetos y limita la operatividad de la más débil. La asimilación de una por otra supone la destrucción de la absorbida.
Un paradigma de sociedad multicultural es EE.UU, donde no se pueden manifestar libremente las supuestas culturas que conviven y estas acaban convirtiéndose en elementos de discriminación, pobreza, delincuencia y aculturación. El símbolo de éxito en una sociedad multicultural es la del individuo que se somete a la cultura dominante y pierde su derecho a la participación en los dictámenes que regirán el futuro de su comunidad.
Es labor de los nacionalistas la reconstrucción de un marco de acción. Huyendo de atavismos y tradiciones a la par que fundando el espíritu nacional en la expresión cultural y voluntad comunitaria. El ejercicio de lo nacional debe observar la evolución y progreso hacia el futuro sentando las bases de una revolución continua que favorezca la libertad de los miembros de la comunidad y de todas las naciones del mundo: el respeto a la diversidad cultural del planeta.